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María tendrá mejor nota que Youssef: un estudio analiza los prejuicios de los profesores
Si su hijo se apellida Alaoui, su vida académica será más complicada que si es Rodríguez. Si el oficio de sus padres es la carpintería, también le será más difícil que si son notarios. Los profesores viven en sociedad y les afectan los prejuicios, también a la hora de evaluar a sus alumnos, según concluye el estudio ‘Sesgo del profesor en las evaluaciones según el estatus atribuido al alumno: Un experimento factorial sobre discriminación y reproducción cultural’, publicado por la Comisión Europea y realizado por investigadores españoles. El informe evalúa el corto y el largo plazo. Se elaboró contactando a 1.717 estudiantes de magisterio de 20 universidades españolas —15 públicas y cinco privadas— a través de una encuesta. En ella se les enviaba una redacción de alumnos de la que debían valorar aptitudes como la ortografía y la calidad gramatical. También tenían que determinar las expectativas que tenían sobre el alumno en el futuro.Según los autores del estudio, se escogió a estudiantes de diferentes cursos para que el resultado fuese lo más conservador posible, ya que al no ejercer aún no han entrado en contacto con otros profesores con más prejuicios en base a su experiencia. La muestra del estudio es de las más grandes que se han conseguido para estudiar experimentalmente el sesgo de los profesores.Los resultados en el corto plazo —la prueba del ensayo— difieren de los del largo plazo. En primera instancia los futuros profesores ayudarían más a los hijos de migrantes (se analizan solo hijos de marroquíes nacidos en España), a las niñas y a los que tienen un capital cultural más alto. “Vemos un mecanismo compensatorio hacia los hijos de extranjeros, sobre todo porque sospechamos que tienen un desconocimiento del idioma. Piensan que los de origen migrante no hablan español en casa y les ayudan aquí”, determina Irene Pañeda-Fernández, una de las autoras de la investigación. En cuanto a las chicas y a los hijos de personas de clase alta, entra en juego el comportamiento en el aula. Según el estudio, a priori se considera que se van portar mejor. Y también el capital cultural: “Si en la redacción el alumnado hace referencia a La Isla de las Tentaciones [un reality show de televisión], tendrá peor nota que si hace referencia a haber visto un cuadro de Monet”. “Esto es preocupante si tenemos en cuenta que solo se les pidió que valoraran la ortografía y la gramática”, valora Pañeda-Fernández. Los profesores confundirían el capital cultural con la calidad objetiva de la prueba. El estudio apunta que la discriminación hacia ciertos perfiles se ve en los resultados a largo plazo. Ser hijo de migrante o ser de clase baja hace que un docente tenga menos esperanza en el estudiante. “Las expectativas que un profesor tenga impactan directamente en el alumno. Entonces, el sesgo incide en el alumno”, advierte la también investigadora en el WZB Berlin Social Science Center. Todos estos resultados, según el estudio, también influyen en el trato hacia los padres y la implicación del profesor con el alumno.Los sesgos hacia las pocas expectativas, según el estudio, son inducidos por creencias populares, datos de fracaso escolar que no tienen por qué perpetuarse o simples estereotipos. En España, un cuarto de los menores de edad son ya descendientes de migrantes, según el estudio del Observatorio Demográfico del CEU de 2023 Inmigración: un quinto de la España actual, más de un cuarto de la futura. Y hasta un 32% de los bebés nacidos en 2021 eran hijos de un padre o madre extranjero y esta cifra, según el informe, va en aumento.¿Es racista pensar que el hijo de un marroquí va a obtener peores resultados académicos solo por su origen? “Es difícil afirmarlo, pero sí vemos un prejuicio. A nivel social se asocia ese origen con el hecho de 'perderse por el camino' y es muy negativo”.En cuanto a los datos de género, el “favoritismo” hacia las chicas no se ve afectado aún (los evaluados serán maestros de Primaria) por la brecha de género, que se alcanza en momentos más adelantados de la vida laboral. “Aunque en la vida estudiantil se dan las primeras opresiones de género, la brecha o la diferencia en la vida académica no se da tanto. De hecho, ellas suelen obtener mejores resultados que ellos y hay un sesgo en que las alumnas van a portarse mejor que los alumnos”.Los resultados que trae este estudio, defiende Pañeda-Fernández, acercan al debate el rol de los profesores sobre la discriminación en los alumnos. “Es algo que no se ha estudiado tanto por su dificultad. Se debe abrir un debate sobre cómo evaluar y hay que prestar atención a estos sesgos”, defiende, y subraya que “esos prejuicios ayudan a que se concentre el fracaso escolar siempre en los mismos grupos”. En definitiva, los factores socioeconómicos de un alumno importan a la hora de evaluar objetivamente a un alumno. “Cuando no debería ser así”, zanja. 
9 h
eldiario.es
Identifican los primeros posibles casos de transmisión de una enfermedad cerebral en España
El Servicio de Neurología del Hospital General de Albacete ha identificado a tres pacientes diagnosticados con una angiopatía amiloide —que produce hemorragias cerebrales por acumulación de la proteína beta-amiloide—, que habrían desarrollado esta enfermedad tras recibir un implante de duramadre cuando eran niños y se sometieron a una operación cerebral en el hospital de La Fe de Valencia hace 40 años. Esta técnica —que hace décadas que no se practica— consistía en cerrar la herida producida por la operación mediante tejidos de un cadáver. Si estos tejidos estaban contaminados con beta-amiloides, como han demostrado recientemente investigadores británicos, estas proteínas mal plegadas pueden actuar como semillas que inducen la propagación y acumulación de nuevas proteínas defectuosas. Y con el paso del tiempo estas placas pueden dar lugar a distintas enfermedades, como el alzhéimer o esta angiopatía que hace sangrar las arterias por la acumulación de esta proteína.“Tenemos ya identificados tres pacientes diagnosticados de hemorragias cerebrales a los que hemos dado el diagnóstico de angiopatía amiloidea que en la infancia fueron operados de problemas cerebrales”, adelantaba este lunes Tomás Segura, jefe de Neurología del hospital, en declaraciones a la cadena SER Castilla-La Mancha. “Esto nos hace pensar que en los próximos años pueden surgir muchos más casos aquí en España”. El hecho que les parece más convincente es que se trata de tres pacientes jóvenes, en torno a 50 años, que desarrollaron esta enfermedad sin antecedentes genéticos y los tres fueron operados en el hospital de La Fe, en Valencia, en los años 80. “Las pruebas definitivas en estos pacientes las hemos obtenido mediante PET y el análisis LCR [líquido cefalorraquídeo] de beta-amiloide”, confirma Segura.“En estos tres pacientes indagamos sobre su infancia porque diagnosticamos esta enfermedad a los cuarenta y pico años de edad, una edad en la que no se puede dar angiopatía amiloidea salvo que tengas una mutación genética muy concreta”, explica. Aunque el hallazgo aún no se ha publicado en un artículo científico, el especialista está convencido de su validez. “Tienes una enfermedad prácticamente desconocida en la cuarentena de la vida, y en todos los casos hay el antecedente de que en tu infancia te pusieron una plastia de duramadre liofilizada, ¿qué otra posibilidad hay?”, se pregunta. Por eso, según adelanta a elDiario.es, ya está en contacto con otros neurólogos de diferentes hospitales para coordinar un proyecto de recogida de datos a nivel nacional que permita localizar nuevos casos.“Nuestros tres casos fueron operados en el mismo hospital, pero por supuesto no sabemos si la duramadre liofilizada procedía del mismo grupo de pacientes o no”, detalla. “Pero si nosotros, en un hospital de 300.000 personas de área de referencia, hemos diagnosticado tres pacientes con angiopatía amiloide entre 40 y 50 años, operados hace tres o cuatro décadas, creo que es probable que surjan más casos a partir de ahora, sobre todo si la comunidad médica se pone alerta a la hora de investigar antecedentes neuroquirúrgicos tan lejanos en el tiempo”.Alberto Rábano, neuropatólogo de la Fundación CIEN, cree que este anuncio es relevante y recuerda que cuando la angiopatía se diagnostica por debajo de determinada edad y existe una historia de cirugía pediátrica pasa a ser considerada iatrogénica (transmitida involuntariamente por procedimientos médicos). Aunque habrá que esperar a ver los datos concretos que aporta el equipo del doctor Segura, apunta, el hecho de que los tres pacientes fueran operados en el mismo hospital en un periodo corto en el que se estaban utilizando técnicas como el trasplante de duramadre es para él “una prueba muy poderosa”.  Joaquín Castilla, profesor de investigación Ikerbasque del CIC BioGUNE y presidente de Fundación Española de Enfermedades Priónicas, lamenta que no sea posible confirmar la presencia de beta-amiloide en los tejidos de los donantes (como sí demostró el equipo británico que trabajó con los casos de alzhéimer) por la falta de registros, y a diferencia de Segura no cree que vaya a haber muchos casos, ya que estos tejidos de duramadre se recogían de pacientes sanos. “Pero la realidad es que hay personas que han sufrido una enfermedad que, de no haberse trasplantado con la duramadre, probablemente no la habrían desarrollado”, asegura. “Aunque hay que dejar claro que ahora eso no puede volver a pasar”. Los expertos recuerdan que las angiopatías no son exactamente una enfermedad neurodegenerativa, aunque estén íntimamente asociadas a las placas que produce el alzhéimer. “Básicamente porque la angiopatía amiloide no cursa con muerte neuronal, al menos directamente”, apunta Joaquín Castilla. “Es un signo que se asocia a una enfermedad neurodegenerativa, pero a veces aparece sola, o como signo principal”. “La angiopatía esporádica (no la genética) prácticamente se asocia en el 100% de los casos con alzhéimer —señala Rábano— y el tipo de beta-amiloide es el mismo; es una enfermedad vascular pero íntimamente asociada a la neurodegeneración”.“Quizás, algo que se podría hacer ahora es investigar el tipo de práctica que se pudo realizar hace décadas con algún riesgo, trazar la posible causa y, en el caso de que fuera éticamente aceptable, advertir a los pacientes receptores del tejido responsable”, concluye Castilla. “Pero el problema es que esta información de los donantes estaba muchas veces anonimizada y ahí se pierde la trazabilidad. Realizar una llamada pública sin conocer realmente el riesgo potencial y sabiendo que actualmente estas prácticas hace décadas que no se llevan a cabo, llevaría a asustar innecesariamente y puede ser peor el remedio que la enfermedad”, señala.Para Alberto Rábano no es alarmista decir que van a aparecer más casos, sobre todo si tenemos en cuenta que no es una enfermedad tan grave como el alzhéimer y se puede controlar si se detecta a tiempo. “Es interesante que se sepa y que se puedan detectar pacientes en vida que tengan riesgo”, apunta. Ahora queda pendiente seguir investigando sobre si estas angiopatías suponen un mayor riesgo de demencias, algo que él y su equipo no han visto en las pruebas patológicas que practican en los cerebros de pacientes fallecidos. “Cuando se da en el contexto de alzhéimer, la angiopatía cerebral no suele hacer sangrar a los pacientes, pero cuando se da de forma aislada, en personas mayores, sí”. Este es, a su juicio, uno de los muchos misterios que ahora quedan por aclarar.
9 h
eldiario.es
Saber o no si tendremos algún día alzhéimer: la polémica por diagnosticar de demencia a personas sin síntomas
El alzhéimer es la forma de demencia más común, hasta el punto de que síntomas como la pérdida de memoria y los cambios de personalidad son conocidos y temidos por el gran público. A pesar de eso, existe una controversia médica alrededor del incipiente cambio de criterio que hará que el diagnóstico se base en marcadores biológicos sin necesidad de síntomas. Como resultado, personas sin problemas cognitivos podrían ser consideradas como pacientes de alzhéimer preclínico tras un simple análisis de sangre. Aunque el desarrollo de la enfermedad ni siquiera estaría garantizado, conllevaría una estresante cuenta atrás sin demasiadas opciones.Todo empezó en verano de 2023, cuando el Congreso Internacional de Alzhéimer celebrado en Ámsterdam (Países Bajos) dio lugar a un borrador para expandir la definición de esta demencia. Según el texto provisional, aquellos pacientes asintomáticos con “evidencia de biomarcadores de alzhéimer” recibirían un diagnóstico de alzhéimer en fase 1. Esto sin necesidad de signos clínicos como problemas de memoria.El origen de esta nueva definición, que divide la enfermedad en seis fases, se remonta a 2018. Entonces la Asociación de Alzhéimer la propuso, pero limitándola a un contexto de ensayos clínicos. “Entendemos la preocupación de que este marco de investigación basado en biomarcadores pueda ser mal utilizado. Por lo tanto, enfatizamos que es prematuro e inapropiado utilizarlo en la práctica médica general”, escribían entonces. Se aseguraba que el diagnóstico asintomático quedaría limitado a los estudios científicos y no sería usado fuera de ellos.La aprobación del controvertido anticuerpo monoclonal contra el alzhéimer lecanemab en verano de 2023 y el desarrollo de nuevos biomarcadores de diagnóstico cambiaron las reglas del juego y dieron lugar al borrador de Ámsterdam. En solo cinco años se producía un giro de 180 grados que proponía extender la definición a la práctica clínica. El paso fue etiquetado como “prematuro” por la Sociedad Americana de Geriatría, que considera que “los profesionales, los pacientes y la sociedad no han sido suficientemente preparados para este cambio, y la base de evidencia actual está insuficientemente desarrollada para respaldarlo”.Otros investigadores señalan que la gran beneficiada con el cambio es la industria farmacéutica. De hecho, un tercio de los 22 miembros del grupo de trabajo de la Asociación de Alzhéimer que propuso el cambio trabajan para empresas que fabrican terapias y diagnósticos contra el alzhéimer, y otro tercio ha recibido apoyo económico de la industria.“Hay una controversia muy real que va ganando la Asociación de Alzhéimer [que apuesta por el diagnóstico asintomático mediante biomarcadores], explica a elDiario.es el neurólogo de la Unidad de Memoria del Servicio de Neurología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau Juan Fortea. El otro bando lo compone el Grupo de Trabajo Internacional, que defiende que para poder hablar de alzhéimer es imprescindible la presencia de síntomas clínicos: sin ellos no hay enfermedad.“Al igual que ningún médico sensato llevaría a cabo una biopsia en una mujer sin ningún signo de nódulo mamario, hoy en día ningún especialista en demencia debería buscar biomarcadores en personas sin déficit de memoria”, dice el director del Centro de Memoria de Ginebra (Suiza), Giovanni Frisoni, miembro del Grupo de Trabajo Internacional.El alzhéimer está asociado a la acumulación en el cerebro de proteínas tóxicas, cuya presencia detectan los análisis con biomarcadores. Frisoni explica que, si se buscan en personas sin problemas de memoria, “a veces se encontrarán”. El problema es que no todas desarrollarán la enfermedad, lo que provocaría un sobrediagnóstico de la demencia muy estresante para estos pacientes.Es lo que detectó un metaanálisis publicado en la revista JAMA en 2015, donde se vio que el 10% de las personas de entre 50 y 59 años daban positivo en estas proteínas a pesar de no tener problemas cognitivos. El porcentaje ascendía al 16% para la franja de entre 60 y 69 años, y hasta el 23% en el caso de los mayores de 70. La mayoría nunca tendría demencia y fallecería antes por otras causas.Es por eso por lo que el neurólogo de la Universidad de Cincinnati Alberto Espay considera que el cambio en el criterio diagnóstico es para peor. “La mayoría de gente con amiloidosis nunca en su vida desarrollará alzhéimer. Puede generar ansiedad en los pacientes y podría convencer [a personas sanas] a probar el lecanemab”, critica.En un artículo publicado este mes en la revista The Lancet Neurology , 22 expertos de 11 sociedades científicas europeas liderados por Frisoni recomendaron que los biomarcadores “sean buscados solo en pacientes que tengan problemas de memoria”.“El gran debate es cuándo tienes la enfermedad de alzhéimer”, aclara Fortea. “Ni los críticos [con los nuevos criterios de diagnóstico] dudan que empieza décadas antes de los síntomas. Entonces, ¿cómo la defines? ¿Cuándo aparecen los síntomas o cuando empieza a desarrollarse?”.“Sabemos que cuando los pacientes son diagnosticados solo con pruebas neuropsicológicas y resonancia magnética, alrededor de un tercio tienen otras enfermedades”, afirma Frisoni. “Es como hacer un diagnóstico de cáncer de mama sin una biopsia: muchos de esos bultos que parecen cáncer son solo adenomas benignos. Por eso, en el diagnóstico preciso del alzhéimer se requiere demostrar la presencia de [las proteínas tóxicas] beta amiloide 42 y tau hiperfosforilada”.La controversia por el cambio de criterio diagnóstico se entrelaza íntimamente con otras dos. En primer lugar, tenemos la llamada “hipótesis del amiloide”, según la cual la acumulación de placas de proteína beta-amiloide en los cerebros de los enfermos de alzhéimer es la responsable de iniciar la enfermedad. En segundo, los anticuerpos monoclonales destinados a eliminar esa placa —el lecanemab, aducanumab y donanemab—. Por último, los análisis de biomarcadores que detectan la presencia de esas proteínas tóxicas.El problema es que en ninguno de estos niveles parece haber consenso. Los críticos niegan que la hipótesis amiloide sea cierta, amparados en que estas placas se observan en personas que nunca desarrollan alzhéimer y en que los fármacos que logran eliminar las placas no tienen efecto sobre los síntomas. Por lo tanto, anticuerpos como el lecanemab son inútiles pese a que ya hayan sido aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), también con polémica. Por lo tanto, un diagnóstico basado en detectar dichas proteínas en pacientes sanos no tendría sentido porque tampoco es fiable.“El alzhéimer se caracteriza por la acumulación en el cerebro de proteínas tóxicas”, afirma Frisoni. “Sabemos que cuando los pacientes son diagnosticados solo con pruebas neuropsicológicas y resonancia magnética, alrededor de un tercio tienen otras enfermedades. Es como hacer un diagnóstico de cáncer de mama sin una biopsia: muchos de esos bultos que parecen cáncer son solo adenomas benignos. Por eso, en el diagnóstico preciso del alzhéimer se requiere demostrar la presencia de beta amiloide 42 y tau hiperfosforilada”.Para Espay, la aprobación del lecanemab es la razón por la que la Asociación de Alzhéimer cambió su posición entre 2018 y 2023. El problema, según él, es que el fármaco “hace un gran trabajo limpiando el cerebro del amiloide, pero eso no se traduce en beneficios”. Asegura que el ensayo clínico en el que se basó la FDA para darle luz verde mostró una ralentización en la tasa de declive con evidencias estadísticas, pero sin relevancia clínica: “Ofrece la mitad de beneficio que el donepezilo, aprobado hace dos décadas y considerado como una intervención modesta”.Fortea defiende que el 27% de reducción relativa en el declive mostrado por el ensayo clínico “es mejor que 0”, pero insuficiente. Por eso espera que en el futuro existan cócteles de fármacos contra vías diferentes de la enfermedad que ofrezcan una mayor efectividad.El debate sobre la efectividad y relevancia clínica del lecanemab, tras el fracaso del aducanumab y del donanemab, no es baladí: se trata de un fármaco muy caro —unos 25.000 euros anuales por paciente—, difícil de aplicar —requiere infusiones intravenosas cada dos semanas que no están al alcance de cualquier centro médico— y con grandes efectos secundarios —tres pacientes murieron durante el ensayo clínico—. La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) decidirá sobre el fármaco la semana que viene.Fortea cree que vamos hacia un futuro en el que los síntomas por sí solos “no van a valer” a la hora de diagnosticar el alzhéimer. “Cuando se apruebe el lecanemab [en Europa] no podrás dar un antiamiloide en un paciente si no demuestras que tiene amiloide en el cerebro, porque sería aberrante gastar mucho dinero y no tendría sentido biológico”.Según Espay, “la idea es que los biomarcadores actuales son lo suficientemente predictivos, cuando el principal, el amiloide, no lo es”. En ese sentido, un estudio realizado por la Clínica Mayo (EEUU) mostró que el riesgo de padecer alzhéimer a lo largo de la vida era de un 36% para los mayores de 65 años sin riesgo genético con niveles “moderados” de esta proteína, y de un 55% para los que tenían concentraciones “altas”.En la actualidad, la tendencia es considerar al alzhéimer como un síndrome multifactorial. “No hay duda de que es una enfermedad muy compleja con muchas vías y que el amiloide no es la única, sino que hay otras como la proteína tau y la inflamación”, afirma Fortea.La prueba de esta complejidad es que en los últimos 25 años ha disminuido la prevalencia de demencias en Europa y Estados Unidos un 13% a pesar del envejecimiento de la población, sin que se sepa la causa. Algunas hipótesis apuntan a una mejora en la salud cardiovascular: un estudio publicado el año pasado mostró que los signos de daño vascular en el cerebro han disminuido a lo largo de las décadas, pero la presencia de marcadores de alzhéimer no ha variado.“El diagnóstico futuro se sustentará por biomarcadores, pero eso nos meterá en un escenario que posibilita la identificación de personas antes de que tengan síntomas”, admite Fortea, que tampoco recomienda ese diagnóstico preclínico “porque todavía no podemos hacer nada”. A fin de cuentas, ¿de qué sirve esta información en una enfermedad sin cura?La experiencia de Fortea con pacientes que tienen un 50% de probabilidades de desarrollar alzhéimer por causas genéticas es que no hay una respuesta correcta. “Hay gente que no quiere saberlo y para otros es peor vivir con la incertidumbre”. Por eso, “aun sin tratamiento, la planificación, la reducción del estrés y el respeto a la autonomía del paciente” son factores a tener en cuenta.Fortea piensa que el panorama puede cambiar en unos años si aparecen fármacos más similares a los del colesterol en cuanto a precio y seguridad, eficaces en fases asintomáticas. “Si funcionan, se tratará la amiloidosis como se trata el colesterol, porque no todo el mundo con niveles altos acaba teniendo un infarto y, sin embargo, los tratas porque sabes que sale a cuenta”.“Hay ensayos clínicos en marcha en los que se están dando [los anticuerpos monoclonales] a pacientes asintomáticos con amiloidosis. Si demuestran que quitar el amiloide cuando no tienes síntomas previene la enfermedad, el debate decaerá”, explica Fortea. Espay, por su parte, considera que estos ensayos han sido hasta ahora “fallidos”. De los siete publicados, asegura que cuatro mostraron que el placebo era superior y que el grupo tratado salía peor parado. Dos de los más esperados finalizarán en 2027 y 2029.Aunque no rehúye las controversias, Fortea cree que nos encontramos en un período de cambio de paradigma. “Ahora vas a los congresos y hay una fase de euforia porque venimos de muchos años de fracasos. ¿Que [los nuevos tratamientos y marcadores] generarán nuevos problemas? Por supuesto, pero benditos sean, es mejor que antes”. El neurólogo apuesta por transmitir un “optimismo racional” al público: “Hay gente con enfermedad avanzada que por desgracia no se beneficiará de estos avances, pero para ti y para mí el escenario será muy diferente del que había hace treinta años”.
1 d
eldiario.es
Perder la casa dos veces: primero fue el banco, ahora el fondo buitre
Hay una cosa peor que perder tu casa: que te pase dos veces. Nilda Risueño se dio el primer resbalón en 2012. Hipotecada hasta las cejas por 50 años, pidió a su banco que le perdonara la deuda a cambio de entregar su casa, un pequeño piso de una habitación en el barrio madrileño de Ópera que había comprado con su pareja en 2007 por 240.000 euros. Tenía una letra de 1.300 euros y ganaba 900. Había intentado todo para seguir pagando en solitario después de separarse. La entidad –el banco Sabadell– atendió finalmente a su demanda en 2017 y le proporcionó un alquiler social en otro barrio. Siete años después, esa casa ya no es del banco sino de un fondo de inversión, Promontoria Coliseum Real State, que no quiere a inquilinos como Nilda. Ni como Penélope. Nereira Penélope López –da su nombre completo, dice, porque ya no le teme "a nada"– pagó una hipoteca durante más de una década hasta que un día de 2015, tras años al límite, ya no pudo más. El banco, también Sabadell, le permitió quedarse en su casa con un alquiler reducido junto a sus dos hijos y su marido. Respiraron. Nueve años después, la rueda vuelve a girar: no hay posibilidad de renovar el contrato, le dice el fondo al que pertenece la vivienda. Se van a la calle. Esta es la historia de cómo aquellas daciones en pago, una salida desesperada para familias ahogadas en préstamos imposibles de asumir, han desembocado en nuevos desahucios. Las consecuencias de la anterior crisis, la de 2008, siguen azotando la vida de hoy y los que están al otro lado ya no son bancos, sino fondos de inversión "con los que es mucho más difícil negociar", asegura José Sigüenza, uno de los coordinadores de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Pinto (Madrid)."El sistema inmobiliario se reorganizó tras la burbuja con la llegada de un conglomerado de agentes inversores que acumulan patrimonio sin que sea muy importante si está o no habitado. Entran en juego unos nuevos actores, los fondos y las socimis, con los que no hemos tratado antes porque estábamos acostumbrados a otro tipo de promotoras", explica Raquel Rodríguez, profesora de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Madrid, que lleva veinte años investigando sobre políticas de vivienda.El año que Penélope selló la paz con su banco, 2015, otras 10.317 personas en España firmaron una dación en pago. Así se conoce la operación en términos hipotecarios. Se quitaron la losa de la deuda pagando el peaje de quedarse sin casa y de perder lo que habían invertido en ella. En 2023, 1.144 personas llegaron a un acuerdo de este tipo con su entidad, apenas un 10% de las que lo hicieron hace casi una década, según los datos del Colegio de Registradores de la Propiedad. "Nunca supimos qué fue de toda aquella población que sufrió un traspiés tan gordo en su vida. Ahora podemos preguntarnos qué pasó, si han salido adelante o han consolidado situaciones de vulnerabilidad", sostiene Rodríguez. "Cuando la gente llega a este punto está ya muy tocada. Son procesos muy largos, de años, que se viven con mucha tensión. Es revelador ver la euforia cuando se consigue la dación y después el gran bajón", cuenta Sigüeza, que lleva 12 años mirando con lupa hipotecas y contratos de alquiler para ayudar a quien no puede pagarlos. El local donde hacen las asambleas está forrado con fotos de escenas felices de cuando aquel compañero logró la dación o aquella otra consiguió por fin el alquiler social. A la PAH de Pinto siguen llegando personas que necesitan asesoramiento para negociar una dación en pago. "Estamos viendo casos en que estaban muy avanzadas pero al producirse una fusión de bancos, como Bankia y Caixabank, se han parado y nos están poniendo problemas", describe Sigüenza. No obstante, las plataformas de afectados, los expertos y las cifras acreditan un cambio en la morfología de los desahucios en España, como puede verse en el gráfico siguiente. "El perfil de desahuciado ha cambiado. Las ejecuciones hipotecarias se dan en mucho menor medida, pero existe una amenaza constante de subida de tipos", expone Rodríguez. La situación no es baladí. De hecho, ha exigido medidas gubernamentales. El Gobierno de España aprobó en 2022 un paquete de ayudas para proteger a los hipotecados más vulnerables. La Asociación Española de Banca responde, a preguntas de este medio, que "la disposición de los bancos es clara para ayudar a las familias en la medida de sus posibilidades en los problemas que tengan" y recuerda las medidas aprobadas por el Ejecutivo en colaboración con las entidades. La sensación, comparten Risueño y López, es que la historia es interminable. Que la vida las vuelve a poner de nuevo al límite. "A Promontoria les he pedido muchísimas veces que me renueven el contrato, estoy dispuesta a pagarles, pero no les interesa", explica Nilda, cuya última renovación de los papeles se produjo a finales de 2020. La justicia paralizó un primer intento de desahucio. Ahora espera la demanda del segundo. "El acoso es espectacular. Me llaman tres días a la semana, me pasan notas por debajo de la puerta, me dejan cosas en el buzón o me visitan un sábado a las diez de la mañana". Solvia, la gestora que se encarga de los alquileres de Promontoria, ha preferido no hacer declaraciones para este reportaje, mientras el Banco Sabadell –la entidad que se hizo cargo de los alquileres sociales de las dos inquilinas– asegura que esas viviendas ya no son de su propiedad. El traspaso entre estas dos empresas no es extraño. Muchos bancos han vendido parte de sus activos más tóxicos –las casas procedentes de desahucios, desalojos o daciones en pago– a fondos buitre especializados en gestionar el riesgo de esos productos. Sabadell, por ejemplo, se deshizo de una gran parte de su capital inmobiliario en 2019 al venderlo a Promontoria, una sociedad en la que la entidad todavía tiene una participación del 20% (aunque está en peleas legales para desvincularse). Risueño, que ha cumplido ahora los 40, tiene un salario un poco más alto que hace unos años, unos 1.300 euros. "Para ellos no cumplo los criterios de vulnerabilidad, pero ¿sabes cómo está el patio? Quieren volver a especular con esta casa, que habrán comprado por un precio de mierda. Siempre –afirma– quieren ganar". Penélope, cuya vivienda está en Pinto, asegura que le han ofrecido 3.000 euros por marcharse. Ella sigue transfiriendo 166 euros mensuales al fondo aunque su contrato también está caducado desde 2021. "Sigo pensando que, pese a lo que ha pasado, dejar la hipoteca fue la mejor decisión. Me ofrecieron carencia, quita, préstamos personales... y fui capaz de ver que todo era engordar la deuda. Pagamos 80.000 euros que han ido a ningún sitio durante diez años, pero no podíamos seguir así. Metí, con 23 años que tenía cuando me hipotequé, toda mi juventud en esta casa", recuerda. Risueño firmó su préstamo con 25. Cuando mira atrás, López sitúa el resbalón definitivo en una deuda inesperada de 6.000 euros de su madre que tuvo que asumir. Llegó en un momento en el que tenían la vida cogida por pinzas. "Esto nos ha llevado a un brote de depresión familiar, casi comunitario, nos ha colocado en nuestro propio límite", interviene José Piguabe, el marido de Penélope.Ambas familias tienen una situación mejor que la que vivieron hace unos años, pero la incertidumbre no ha dejado de morderles. Penélope está en búsqueda de empleo tras estudiar un grado de formación profesional para abrirse nuevas puertas después de un accidente laboral. La vida de Nilda sigue con el horizonte lleno de interrogantes. Gráficos de Victòria Oliveres y Yuly Jara.
1 d
eldiario.es
Las faltas de ortografía penalizarán un 10% en la nota de la Selectividad a partir de 2025
Las faltas de ortografía y errores gramaticales que cometan los alumnos en las pruebas de Selectividad penalizarán su nota hasta un 10%. Este cambio entrará en vigor en los exámenes de 2025, según el plan que prevé aprobar el Gobierno antes del comienzo del próximo curso y que han sido revelados este domingo por 'El País'.Las modificaciones, que recoge el borrador del Real Decreto que ha enviado el Ministerio de Educación a las Comunidades Autónomas, incluyen cambios tanto en el método de calificación como en el formato de los exámenes. El Gobierno tiene el objetivo de homogeneizar aún más la prueba de acceso a la universidad con un marco concreto para que a partir de ahí las comunidades y las universidades preparen las pruebas.Uno de los cambios principales es el de la ortografía, un criterio que varía hasta ahora según los territorios. El Ministerio busca unificar los criterios de corrección entre las Comunidades y establece que uno de ellos sea la "coherencia, corrección gramatical, léxica y ortográfica de los textos". Este factor computará hasta un 10% de la nota de los exámenes en los que el alumno deba redactar un texto. El decreto añade que, no obstante, "la aplicación de estos parámetros podrá flexibilizarse en el caso del alumnado con necesidad específica de apoyo educativo".La nota final de la evaluación para acceder a la universidad seguirá estando formada en un 40% por estas pruebas y en un 60% por la nota de Bachillerato. El borrador elaborado por el Ministerio de Educación contempla además que las pruebas de Selectividad —conocida como Evau, Ebau o PAU según la comunidad autónoma—, incluyan ejercicios en los que el alumno pueda elegir entre varias preguntas, pero ya no se le permitirá dejar de estudiar una parte del temario. Esta opción se incluyó durante la pandemia. El modelo de examen será único y las encargadas de elaborarlo serán las comunidades autónomas (hasta ahora el alumno podía elegir entre dos), que podrán añadir la opción de seleccionar entre más de una opción en determinados apartados. Hasta ahora, en algunas comunidades, los alumnos pueden elegir entre dos modelos de examen o estos se reparten de manera aleatoria. "En cada materia se hará entrega de un único modelo de ejercicio. Sin embargo, si se estima conveniente, en algunos apartados, se podrá incluir la posibilidad de elegir entre varias preguntas o tareas", dice el decreto. El texto establece, sin embargo, que esta "elección no podrá implicar en ningún caso la disminución del número de competencias específicas objeto de evaluación". Es decir, el alumno no podrá estudiar una sola parte del temario. El contenido de esas preguntas, además, pasará a ser más "próximos a la vida del alumnado" y contará con casos reales del mundo de la ciencia, las humanidades, la tecnología o el arte. El decreto contempla que las preguntas "requerirán del alumnado creatividad y capacidad de pensamiento crítico, reflexión y madurez en la resolución por escrito de una serie de preguntas o tareas adecuadas a las competencias específicas evaluadas".Las preguntas de los exámenes de Selectividad requerirán tres tipos de respuestas: cerradas o de tipo test, de contestación breve o abiertas, que requerirán un desarrollo mayor. Estos dos últimos tipos supondrán como mínimo el 70% de la nota total del examen. No cambiará sin embargo la duración de las pruebas, que seguirá siendo de 90 minutos cada una y entre cada examen habrá un descanso de 30 minutos.Y de cara a las revisiones, el estudiante tendrá derecho a dos correcciones en el caso de que no esté de acuerdo con su nota. La nota definitiva será la media entre las dos, salvo que les separen dos o más puntos. En este caso, "un tribunal, formado por, al menos, dos correctores distintos a los anteriores, efectuará de oficio una tercera corrección. La calificación final será la calificación otorgada por este tribunal". Hasta ahora, la calificación final es la media de las tres correcciones.
2 d
eldiario.es