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El racismo quita vida
Estamos, según el calendario cristiano y occidental, en 2024, y tenemos que seguir haciendo entender que el racismo no sólo mata, sino que nos quita la vida. Cuando se aborda la cuestión del racismo, ahora que se acerca el Día Internacional por la Eliminación de la Discriminación Racial (21 de marzo), las instituciones organizan mesas, jornadas y actos conmemorativos. Estas acciones, en el mejor de los casos, tratan de salir de la experiencia personal e individual, sino que abordan (o se trata) de forma más profunda y estructural.Sin embargo, debemos de entender qué es el racismo. No es casual la fecha en la que se celebra la lucha contra el racismo, puesto que ese mismo día de 1960 tuvo lugar la masacre de Sharpeville, en la que la policía sudafricana mató a 69 personas que protestaban pacíficamente contra las leyes de pases del apartheid en Sudáfrica. Debemos dejar de abordarlo como símil de xenofobia y aporofobia, por mucho que se racialice las políticas migratorias y la pobreza, por las políticas económicas y de relación de Occidente con el resto del mundo, y el impacto en quienes habitan (o se parecen a esos quienes) ese resto del mundo. El racismo no es bidireccional, es estructural, beneficiando a las poblaciones que habitamos (con sus pasaportes de la Unión Europea, por ejemplo) este territorio y más aún cuando nuestras características físicas se aproximan a la de la raza blanca. Y quizás has hecho una mueca al leer raza blanca, pero si no podemos hablar de raza como categoría social, nos será imposible abordar el racismo de forma social, estructural e institucional. ¿O acaso las clases sociales han desaparecido al no ser biológicas? Entendemos que ser de una clase social determinada condiciona nuestra vida hasta el punto de afectar a nuestra salud física, mental y emocional. De la misma forma entendemos que el género no es biológico, pero esta categoría afecta tanto en nuestra vida que impacta en todos los aspectos de nuestra vida hasta naturalizarse.El racismo nos quita vida, nos quita la vida. Y nos la quita mientras que esperamos horas, días y meses a una cita de extranjería. Nos la quita mientras en la educación formal sigue suspendiendo en materia antirracista. Nos la quita cuando no podemos matricular a nuestras hijas en el sistema educativo por situación administrativa. Nos la quita en los campos en donde las condiciones de semi-esclavitud sigue alimentándonos. Nos la quita cuando por un papel, corremos el riesgo de no recibir en años la atención sanitaria adecuada. Nos quita vida en las fronteras (concretamente 6.618 vidas en sólo en 2023) por haber ganado la lotería de haber nacido en el lugar incorrecto de este mundo. Nos la quita cuando no podemos confiar en que las instituciones nos protegerán, por no ser blancas, por no ser payas. Nos la quita cuando cualquier avance legislativo, como una ley contra el racismo, se queda en el cajón. Nos la quita cuando nuestras historias no existen sin relación con Europa.Nos quita la vida cuando no podemos construir proyectos colectivos, proyectos de vida, por tener que resistir a cada embestida que nos da este monstruo llamado racismo, y de la que aquí en el norte parece tener constantes formas de escurrir el bulto para no tomar un papel responsable (no salvador) sobre el mismo. ¿Cuándo dejaremos de decir yo no he sido, yo no estuve allí, para demandar las políticas radicales que exigen las antirracistas y no sólo las estéticas? ¿Cómo apoyamos y fortecelemos las ya existentes? El antirracismo no es un disfraz, o una etiqueta moral para aumentar nuestro capital social y mejorar nuestra imagen pública.  Dado el carácter y visión del antirracismo, tenemos que entender que es un compromiso político con la vida.
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Una plataforma "por la mayoría social", el reto de la izquierda andaluza de tejer "unidad" como frente contra Moreno
La Plataforma andaluza por la mayoría social nace de la "indignación" compartida por un grupo de progresistas que sueña con una Andalucía "con más servicios públicos, más derechos sociales, más igualdad y más futuro". Entre ellos, catedráticos como Carlos Arenas o Miguel Toro, que pasaron de hablar sobre los problemas de Andalucía a actuar en busca de soluciones "que beneficien a la mayoría social". Para ello, fueron "tirando del hilo" hasta tejer una plataforma respaldada por 16 organizaciones sociales, sindicales, ciudadanas y políticas, que ha logrado reunir por primera vez a los principales partidos de izquierdas (PSOE, Podemos y Sumar) en un frente común contra las políticas del Gobierno de Juan Manuel Moreno.La presentación oficial de esta iniciativa se ha celebrado este lunes 18 de marzo en el centro cívico Sindicalistas Soto, Saborido y Acosta de Sevilla, sobre los terrenos donde se levantaba "la antigua cárcel franquista de la Ranilla", como ha recordado la periodista María Iglesias, quien se ha encargado de conducir el acto junto a su colega Roberto Lakidain. En nombre de la plataforma, sólo ha intervenido Carlos Arenas, si bien ha contado con la compañía en el público de representantes de todas las entidades firmantes, como el secretario general del PSOE andaluz, Juan Espadas, o la secretaria general de CCOO Andalucía, Nuria López. "La indignación se convierte en insoportable desde el momento en que todo lo que ha construido el PSOE en 40 años lo está dilapidando el PP estos últimos cinco años", ha resumido uno de los promotores de la iniciativa. Desde su condición de historiador, Arenas ha recordado el espíritu de unión que inspiró la Platajunta, aquel organismo unitario también impulsado por fuerzas progresistas en 1976 como oposición al régimen dictatorial. Episodio de la historia de España que le ha servido para lanzar un mensaje a sus compañeros: "Hace 50 años que no sucedía algo así, no podemos defraudar, la mayoría social demanda unidad". Al igual que la Platajunta, la Plataforma andaluza por la mayoría social parte de la firma de un manifiesto, que sirve como "punto de partida" y como hoja de ruta para guiar los pasos que se han marcado seguir dando hasta la próxima convocatoria electoral en Andalucía. Precisamente, el acto de presentación ha servido para definir las líneas de actuación (extender el proyecto a nivel provincial e implicar a expertos para elaborar propuestas de mejora), así como para sembrar el germen de lo que esperan sea un “revulsivo capaz de concienciar a la ciudadanía de que es posible el cambio político en Andalucía”. Y también para aclarar lo que no es. "No es una coalición electoral", han remarcado desde la plataforma. En su lugar, han optado por asumir el término "coalición de ilusión electoral" con el que los ha bautizado Roberto Lakidain, haciendo alusión a la vocación de "fundar una nueva Andalucía" que apueste "por la mayoría social", frente a la mayoría absoluta que ostenta el PP de Juan Manuel Moreno. En resumen, aunque la plataforma descarte una perspectiva electoral conjunta, el objetivo que les une es el de movilizar a la gente de izquierda en aras de abonar el terreno social para propulsar un vuelco político en las próximas elecciones autonómicas. En este sentido, el líder socialista en Andalucía, Juan Espadas, al terminar el acto, ha descrito así "el germen" que ha sembrado la plataforma este lunes: "Lo que hoy se empieza a dibujar aquí es que la gente empieza a ver que una mayoría absoluta de la derecha no es la mejor solución para Andalucía, empieza a hacer una reflexión crítica, en voz alta, de lo que está ocurriendo, que no es ni de lejos el cuento de hadas que nos cuenta Moreno Bonilla, se trata más bien los problemas de la gente y la falta de un proyecto de verdad, un proyecto ambicioso, un proyecto para Andalucía, para los andaluces y las andaluzas, un proyecto que tenga futuro, no simplemente estar encantados de conocerse y sin aportar realmente soluciones a los problemas reales". Hasta ahora, el PSOE andaluz nunca se había adherido a una plataforma de estas características, fundamentalmente porque ha sido el partido que ha pilotado la Junta casi 37 años seguidos. Sin embargo, al haberse consolidado los populares como primera fuerza político y al no vislumbrar visos de cambio, el partido de Juan Espadas ha abrazo la iniciativa que alumbra la plataforma por la mayoría social en pos de "construir una alternativa" al actual presidente andaluz. Junto a Espadas, se han dejado ver otros rostros de la política andaluza como la portavoz del grupo parlamentario de Por Andalucía, Inmaculada Nieto, la parlamentaria Alejandra Durán (Podemos), el coordinador general de Izquierda Unida Andalucía, Toni Valero, o el secretario general del Partido Comunista de Andalucía, Ernesto Alba.Los propósitos fijados implican trabajar desde "la unidad", pero también desde la "autocrítica". "Va a hacer falta mucha autocrítica y renovación para ganarse la credibilidad y confianza de la mayoría social en la que es posible tener esa alternativa", ha subrayado María Iglesias. Tampoco Carlos Arenas ha obviado la división que ha lastrado históricamente a los movimientos de izquierda. "No podemos trabajar de espaldas a unos o en frente de otros", ha advertido el catedrático dirigiéndose a las formaciones políticas que integran la plataforma, pero también al resto de colectivos y asociaciones que la conforman (Marea Blanca, Facua, la Federación Andaluza de Memoria Democrática, la Asociación Redes o la Fundación Savia, entre otros). Por lo pronto, según ha confesado este promotor de la iniciativa, "no ha habido dificultad ninguna" en poner de acuerdo a las diferentes entidades y personalidades que secundan la plataforma. "Parece que estaban esperando a que algo así surgiera", ha apostillado Arenas, después de que se proyectara un vídeo en el que se ilustraban los problemas que arrastra Andalucía, algunos endémicos como una tasa de paro del 17,6% o una de riesgo de pobreza y exclusión social del 37,5%, y otros de actualidad como el millón de andaluces en listas de espera en la sanidad pública. Para revertir esos lastres, la plataforma por la mayoría social plantea una serie de soluciones que giran en torno a seis bloques temáticos: el sector público como eje vertebrador; el ejercicio de los derechos y de las oportunidades en condiciones de igualdad para las clases, generaciones, géneros e inmigrantes excluidos; la defensa del protagonismo político de la mayoría social, la sociabilidad inclusiva, la información veraz, la cultura feminista y el compromiso cívico; el cambio de modelo productivo en favor de un desarrollo auto-centrado y sostenible y el empleo de calidad; la protección del ecosistema y una regulación transparente y equitativa de los recursos hídricos, así como políticas de desarrollo contra el despoblamiento del medio rural; y un encaje igualitario de Andalucía en la España federativa y en la Comunidad Europea.Todo ello lo resume Arenas –parafraseando a su tocayo Carlos Cano– en "que haiga trabajo, cultura y prosperidad". "El dinero público no puede ir a parar a los bolsillos de las empresas privadas, necesitamos gobiernos de izquierdas que gestionen lo público en favor de la mayoría social", ha defendido el autor de Lo andaluz: historia de un hecho diferencial. "Necesitamos otro modelo económico autocentrado, soberanista, que luche contra los problemas de la juventud y por su futuro", ha añadido el historiador para terminar abogando por trabajar conjuntamente en lograr que "la gente que no vota o que vota en contra de sus intereses vuelva a confiar en nosotros como en los años 80".Así pues, el acto de presentación de esta iniciativa que nació de una indignación ha concluido con un deseo también compartido: "Ojalá que este germen arraigue y se gane la credibilidad y apoyo masivo de la mayoría andaluza".
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Horacio Altuna, leyenda del cómic: “Yo ya era distópico en el 84, pero me quedé corto”
Buena parte de los asistentes a Hispacómic, el salón del cómic hispano-portugués celebrado este fin de semana en el Cicus de Sevilla, ha crecido leyendo los cómics de Horacio Altuna. Toda una leyenda de la viñeta, tanto en calidad de dibujante como de guionista, nacido en la Córdoba argentina en 1941, trasladado a España a los 41 años y residente en nuestro país desde hace 41, y cuyo nombre va asociado de manera inevitable a títulos como El loco Chávez, Las puertitas del Señor López o Ficcionario.Esa vida entre dos orillas del Atlántico, admite, le tienen “el corazón dividido. Por un lado, nunca me terminé de ir de allí, es una cuestión que va más allá de las decisiones de voluntad. Tengo raíces allá y estoy unido a mi país para siempre. Y aquí puedo decir que he tenido una experiencia fantástica, porque España siempre me ha recibido a mi familia y a mí muy bien”, comenta. “La sensación cuando vuelvo a Argentina, es que cuando en la sala de embarque escucho hablar en argentino, pienso ‘Ya estoy en casa’. Y cuando estoy de regreso y oigo hablar en castellano o catalán, pienso ‘Ya estoy en casa’. Pero soy un nostálgico irredento, estoy muy pendiente de todo lo que pasa en mi país, de mi equipo de fútbol, de todo… Es imposible desinstalar eso”.Altuna, quien conversó para la ocasión con el escritor Jesús Carrasco, siempre dijo que se había mudado a España porque en Argentina había alcanzado su techo profesional. Tanteó varios países, algunos con un mercado más favorable para el cómic, antes de decantarse por este, una elección que atribuye “a una conjunción astral. Era el momento en que Carlos Jiménez, [Adolfo] Usero, Fernando Fernández, una serie grandes autores que justito se iban de la editorial a la que yo había ido a tocar el timbre, para formar la revista Rambla. El editor me acogió con los brazos abiertos, tuve suerte y desde entonces aquí sigo”. Pero Altuna ya venía de conocer la gloria como dibujante gracias a una historieta que se llamaba El Loco Chávez, con Carlos Trillo como guionista, que había visto la luz regularmente en el diario Clarín cuando éste tiraba 350.000 ejemplares por día, y los fines de semana un millón y pico. “Los que trabajábamos allí teníamos una difusión espectacular, y eso me facilitó una popularidad que dura hasta hoy. Con Trillo hicimos una serie de personajes que siguen siendo lo mejor que he hecho hasta hoy”. Remontándose más atrás, a sus comienzos, a Altuna le cuesta identificar de dónde surge su afición al dibujo en general y al cómic en particular. “Siempre tuve esa afición. Seguramente puedo encontrar algún dibujante que me haya fascinado, como Alex Raymond cuando tenía 8 o 10 años, pero lo mío fue una especie de ir de gran maestro en gran maestro. No tengo una fecha que yo diga ‘aquí empezó todo’. Nadie me enseñó a dibujar directamente, de forma escolástica. Aprendí de los maestros leyéndolos. Mi gran descubrimiento fue quizá Hugo Pratt y Oesterheld, que hacían el sargento Pike, pero nunca pensé que yo fuera a ser historietista. En esos cómics fue la primera vez que vi que los indios eran los buenos y los blancos los malos. Rompía aquella estética dominante. Oesterheld es un desaparecido de la dictadura, él y sus cuatro hijas. Hizo una labor formidable e influyó en toda mi generación”.  No obstante, el cine fue tan determinante para él como sus lecturas. “Cuando me preguntan qué influyó en mi trabajo, no puedo olvidarme de la influencia del cine. Iba al cine con mi madre dos veces por semana en Necochea, en Argentina, y veía tres películas por sesión. Vi todo el cine americano de los 40 y los 50. Todo eso me quedó en el inconsciente, y cuando dibujo en parte se ve esa influencia. Doy mucha documentación al lector, y aparte uso planos americanos y generales más que primeros planos. Eso es mucho del cómic y del cine”.  Su tándem con Carlos Trillo, uno de los más fértiles de la historia de la viñeta, siguió dando frutos en los 70 y los 80 como Charlie Moon, Merdichensky, El último recreo o Ficcionario. “Con Trillo teníamos una manera de trabajar que luego otros han replicado”, recuerda. “A partir de una afinidad de ideas en cuanto a lo que queríamos contar, y a una base de una línea argumental, hablábamos mucho, hacíamos una escaleta en la servilleta de un bar, luego yo lo dibujaba e incluso ponía el texto, porque ya estaba hablado. Con el dibujante Jorge González igual, yo le contaba lo que quería de él en cada página, y él aceptaba o proponía, pero no había redundancia. Es una linda manera de trabajar, para mí la mejor”. También recuerda los tiempos de la dictadura argentina, en el que había poco margen para la épica en su oficio. “Con Trillo intentábamos avanzar un poquito, y a través del costumbrismo hablábamos de un segundo plano sin ofender al poder, o al menos sin que se dieran cuenta. Los militares tienen poco sentido del humor.  No era un acto heroico, hablábamos de forma irónica de la realidad. Ahí pensábamos que no se podía modificar nada, a lo sumo compartir con el lector los mismos sentimientos. Es muy pretencioso tratar de revocar una ley o bajar un ministro desde el cómic. No conozco casos en que haya pasado eso. Quino era el caso más llamativo entonces, pero no modificaba nada. Era una personalidad tranquila y poco visceral, era imposible verlo en una actitud beligerante. Ya aquí, con Ficcionario, queríamos hacer una visión distópica de lo que podría venir en el mundo. Ya era distópico en el 84, pero me quedé corto”.Donde sí luchó Altuna a brazo partido fue en el campo de los derechos de los dibujantes. “Un caso sangrante fue el de Bruguera, que se quedó con los originales de los autores y aún no los han devuelto. Todo ese fondo está ahora en Random House, pero los autores y sus herederos siguen sin tenerlos. Forman parte de la propiedad intelectual y moral del autor, es algo que figura en la carta de los Derechos Humanos”, subraya. “He estado militando más de 40 años en defensa de los derechos de autor, pero es difícil”. “En España, desde el punto de vista de un autor de cómic, un dibujante se tiene que deslocalizar para trabajar bien. Como mercado, no da, las editoriales no pagan lo que tendrían que pagar. Un cómic me puede llevar seis meses o un año de mi vida. Lo llevo una editorial y lo que me ofrecen es el diez por ciento del precio de portada, lo que me llegan son 3000 o 4000 euros, y después tengo que esperar seis meses o un año para que me hagan la liquidación. Paco Roca, que es quien más vende, es el único que tiene la posibilidad de venta masiva”, prosigue. “Cuando llegué con mi familia, hacía diez páginas por mes, me pagaban por el blanco y negro de esas páginas 100.000 pesetas, con las que pagaba un dúplex en Sitges en primera línea del mar, tenía tres hijos que comían bastante y nos compramos un coche. En la actualidad son 600 euros, mira qué deterioro”.Finalmente, Altuna admite que “prácticamente no leo cómics en la actualidad. Seguramente me pierdo muchos buenos guiones, pero abro los libros y no me llegan los dibujos y no leo… Yo soy un tipo formado por edad y referencia por un tipo de cómic. Soy muy tradicional, muy clásico, todas las últimas tendencias me pillan un poco lejos. Además, cuando veo una historieta, tengo un juez, un crítico en mi cabeza que es el tipo de enseñanza que me inculcó Alberto Brescia, que era feroz. Va más allá de mi voluntad. Es una parte muy cuestionable de mi formación”.  Eso a pesar de que, según asegura, acumula libros hasta en los dos cuartos de baño de su casa. “Tengo un problema existencial, porque ahora por un problema de tuberías tengo que pensar dónde dejar la librería… Mi mujer no me va a dejar”.
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